Esa austeridad, como ha señalado el rey, debe ser compatible con el crecimiento y ya he dicho en este espacio anteriormente que pienso de verdad que hemos dado grandes pasos para sentar las bases de un crecimiento futuro que ahora parece lejano, pero que muchos empezamos a atisbar examinando algunos datos e indicadores recientes. El esfuerzo que necesitamos exige la concordia, el consenso y la superación de las diferencias, la búsqueda en definitiva de lo que nos une, relegando a un segundo plano lo que nos separa por el bien de todos. Nuestras instituciones no son perfectas, pero han funcionado admirablemente bien durante más de treinta años. Respetemos ese acervo y no rompamos la baraja ni intentemos engañar o interpretar las reglas en beneficio propio. Somos un gran país con una historia larga y llena de motivos para sentirnos orgullosos de lo que somos. Vayamos por el mundo con la cabeza alta, con nuestra hermosa lengua por bandera, de la mano de las naciones hermanas del otro lado del Atlántico y de nuestros socios europeos, con la mayoría de los cuáles compartimos una moneda que en apenas una década ha conseguido convertirse en una de las principales divisas del mundo, por mucho que algunos agoreros quieran sacar provecho de un supuesto hundimiento de la Unión Monetaria que la sustenta, mientras quienes la compartimos damos los pasos para consolidarla.
Es Navidad y este tiempo debe ser ocasión para que luzca algo más que las luces en nuestras calles y en nuestros hogares. Hagamos que brille la generosidad frente al resentimiento, la solidaridad frente a la avaricia, el sentido común frente a la maniobra traicionera, el compromiso frente al enfrentamiento, la paz y el optimismo en lugar de la reyerta y el catastrofismo, la luz de la esperanza en fin, desterrando las tinieblas del miedo.
Feliz Navidad a todos los españoles y a nuestros amigos de todo el mundo.
J. T.
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