domingo, 25 de noviembre de 2012

España: empresas de bandera





A lo largo de los últimos 20 años, las empresas españolas han conseguido hacer notar su presencia en el mundo y hoy en día existe un gran número de compañías de origen español que se encuentran en posiciones de liderazgo internacional en sus sectores. Las empresas de ingeniería y construcción españolas se encuentran entre las mejores y más grandes compañías mundiales en la planificación, construcción y gestión de proyectos de infraestructura de transporte, energía, salud, educación, abastecimiento de agua, alcantarillado y otras infraestructuras. Estos grupos están presentes en todo el mundo, compitiendo con ventaja con las demás empresas internacionales del ramo. 



España es la sede del primer grupo de gestión de aeropuertos del mundo y es también uno de los principales países en tecnología para el control del tráfico aéreo. Las empresas aeroespaciales españolas en especial las que aplican la tecnología para el control por satélite y la de simuladores aéreos, ocupan también un puesto destacado en Europa. En energías renovables, especialmente energía eólica y solar también cuenta España con empresas punteras. El país es el mayor productor de energía eólica en Europa y se encuentra entre los primeros países del mundo en términos de capacidad instalada. España no sólo tiene una de las redes de ferrocarril de alta velocidad más largas y modernas de Europa, sino que también aporta su tecnología y gestión para la construcción del ferrocarril de alta velocidad La Meca-Medina-Jeddah  en Arabia Saudita, así como el enlace de de alta velocidad Ankara-Estambul en Turquía, ambos entre los proyectos ferroviarios de alta velocidad más ambiciosos actualmente en construcción en el mundo. 



Aunque algunas de nuestras cajas de ahorros se han visto seriamente afectadas por la crisis, España cuenta con instituciones de crédito muy sólidas y solventes. Los bancos españoles están entre los más grandes de la zona euro y entre los líderes del mundo en la banca minorista, con presencia masiva en las Américas y en toda Europa. España cuenta también las empresas líderes mundiales en ciencias de la vida, tecnologías ambientales, distribución de moda y telecomunicaciones.



Todos estos éxitos logrados por las empresas españolas, junto con las mejoras de la posición competitiva traídas por la crisis y las reformas en curso, permiten albergar la esperanza de que esas empresas sigan consiguiendo éxitos que ayuden a la recuperación de la economía de un país que ha demostrado y sigue exhibiendo por el mundo su capacidad de trabajar y hacer bien las cosas.


J. T.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Cataluña no es Quebec... ni Canadá es España




De las voces que últimamente claman por el derecho de los catalanes a optar por la independencia, son muchas las que se apoyan en el ejemplo de la provincia canadiense donde más arraigo tiene el sentimiento soberanista, la francófona Quebec. Es cierto que existen ciertas semejanzas entre ambos territorios que hacen comprensible la comparación. Los dos territorios, aunque dispares en extensión, cuentan con una cifra de población muy semejante. Tanto uno como otro albergan instituciones propias con un alto grado de autonomía con respecto al estado en el que se encuadran y los dos hacen gala de un sentimiento nacional que se basa tanto en razones históricas más o menos fundamentadas, como en sus peculiaridades lingüísticas. Quebec y Cataluña comparten también la presencia en sus respectivos territorios de un contingente importante de población inmigrante.

Aún así, comparar la situación de uno y otro en lo que se refiere a su relación con el gobierno central respectivo resulta más complicado. Para hacerlo, hay que considerar la historia y la realidad constitucional de Canadá y de España, en la medida en que las aspiraciones nacionales de ambos pueblos afectan también al resto de la población de los países en los que hoy por hoy están integrados sus territorios. Es cierto que Québec ha celebrado ya dos referéndums similares al que los nacionalistas quieren celebrar en Cataluña, pero la diferencia está en que la Constitución canadiense no establece ninguna restricción a una consulta de este tipo. Canadá nació como una confederación y nunca estableció entre las reglas del juego de la misma la forma en que habría que proceder si alguno de sus territorios quisiera abandonarla. Tras las dos consultas perdidas por los soberanistas, la primera por amplio margen y la segunda por sólo unos millares de votos, el Tribunal Supremo Federal dictaminó que si en un referéndum de esa naturaleza, con una pregunta clara, triunfara la tesis secesionista, el resto de Canadá tendría la obligación moral de tenerlo en cuenta. Eso no significa, sin embargo, que la secesión se produjera en ese caso de una forma automática. Para llegar a ella, según ese dictamen, habría que pasar por una negociación larga y complicada en la que se establecieran las condiciones del acuerdo de separación.

La Constitución Española de 1978 nació en unas circunstancias en las que existía el temor fundado de que un referéndum convocado por una comunidad autónoma pudiera tener efectos desestabilizadores peligrosos para la consolidación de la naciente democracia. La exigencia de que cualquier consulta realizada por iniciativa de un gobierno local o regional cuente con la autorización del Congreso y sea convocada por el Rey forma parte del pacto constitucional en el que participaron los partidos catalanes que ahora propugnan una consulta soberanista. Los catalanes, como todos los españoles, tienen la obligación de respetar la constitución y cumplir lo que acordaron en su día. Si piensan que no tiene sentido esa limitación constitucional en las actuales circunstancias, deberían negociar con el gobierno central la celebración de la consulta que plantean o una reforma del texto constitucional que les permitiera tomar esa iniciativa. En todo caso, si tal consulta se celebrase y el resultado fuera favorable a sus tesis, no tendría sentido que consideraran eso suficiente para llegar a la separación, sino que esta sólo podría hacerse realidad mediante un acuerdo con el resto de España.

En democracia, las reglas de juego del estado de derecho deben ser respetadas. Un acto de secesión unilateral no es concebible ni deseable en la Europa del siglo XXI. El Reino Unido nos está dando una lección en este sentido por la forma en que se está tratando el problema escocés, pero si eso es posible es porque los escoceses no se han planteado nunca romper la baraja y aceptan seguir las reglas del juego democrático.


J.T.

martes, 13 de noviembre de 2012

Desde el frío con calor



Canadá se prepara para el largo y frío invierno. Hace unos días se cumplió mi primer año en estas latitudes. Trabajo desde aquí para apoyar y ayudar a las empresas españolas en sus negocios. Ver desde lejos lo que ocurre en España me preocupa, pero aún me inquieta más ver la forma en que los medios, españoles e internacionales, destacan siempre las noticias negativas y se niegan a fijarse en cualquier dato esperanzador. Einstein decía que las crisis son también oportunidades para empezar de nuevo con bases más sólidas. Para iniciar estas reflexiones con una nota cálida y optimista, reproduzco un excelente vídeo que está circulando por la red y que puede ayudar a vislumbrar esa luz al final del túnel que todos anhelamos.

J.T.